Siempre
se mueren los mejores. Umberto Eco acaba de fallecer, dejándonos un valioso
legado intelectual. No puedo reprimir la nostalgia al abrir La estructura
ausente, un libro que yo leí a comienzos de los años 70. Mi edición de Lumen
está subrayada a lápiz, con abundantes notas y algunas páginas se caen al
manejar el volumen.
He
disfrutado mucho con sus textos, especialmente con las novelas El nombre de la
rosa y El péndulo de Foucault, pero también con sus libros sobre semiótica y
comunicación. Eco poseía una mirada penetrante para desvelar los aspectos
ocultos de la realidad y para hacernos reflexionar.
PEDRO G. CUARTANGO
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