Luis Enrique Vallejos
En la
actual sociedad cada vez nos sorprendemos de la cantidad de docentes
imbabureños que no tienen inclinación hacia los libros y peor cuando le
solicitan que escriban algún artículo de su propia vivencia educativa o de su
pensamiento filosófico.
En una de las investigaciones que nos tiene acostumbrado el doctor Jorge Villarroel Idrovo reafirma que 5 maestros de cada 100 están motivados por los libros y la lectura. Este dato refleja la cruda realidad que vive el magisterio nacional. A sabiendas que el docente en su ejercicio profesional, sus herramientas de trabajo son los libros, resulta incomprensible comprobar que un elevado porcentaje de profesores no sea apto a los instrumentos de cultura y enseñanza.
Es conocido que la lectura es importante por cuanto sirve para alentar nuestra imaginación, crear nuevos escenarios en nuestras mentes y por ende generar ideas o conceptos abstractos para activar la reflexión. La lectura fomenta la sensibilidad del ser humano cuando recibe conocimientos de manera estética y cultural que la vez se inserta en el proceso tan complejo pero útil conocido como es la educación.
En todo caso, la lectura supone siempre atención, concentración, compromiso, análisis, síntesis, reflexión, todos elementos que hacen a un mejor desempeño y a mejores resultados.
Refiriéndonos
al comportamiento de los docentes frente a los libros y a la lectura es la
escasa cultura lectora de nuestra sociedad. Según estudios de la Unesco y la
Cámara Ecuatoriana del Libro ubican a un lector nacional incipiente. El índice de lectura por persona en el país es
el más bajo en América Latina. Apenas “medio libro” por año lee en promedio cada ecuatoriano. Eso quiere
decir que cada habitante lee la mitad de un texto, en el mejor de los casos.
Algunos factores que conspiran para la escasa cantidad de lectores en el magisterio, entre ellos, es la invasión tecnológica en los tiempos actuales; se ha forjado la cultura visual y de movimiento, además otro punto decisivo es que los docentes adquirieron malos hábitos de lectura que incidió en su formación profesional una desidia con relación a los libros.
Ante
situación, no es necesario abarrotar a las escuelas y unidades educativas con
computadoras, pizarras electrónicas, tablets e internet para solucionar a la
baja calidad educativa sino impulsando la cultura lectora en los profesores de
todos los niveles, creando “círculos de lectura” y estimulando a la producción
literaria en cada comunidad educativa. Si no formamos educadores y educadoras
apasionados por los libros, ¿cómo aspirar a crear el hábito lector en los
chicos?
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